La (des)vergüenza fiscal del fútbol español

¿Cuánto son, calculados en las antiguas pesetas, 674 millones de euros? Pues son la friolera de algo más de cien mil millones de nuestra previa moneda nacional.
Una cantidad de dinero fabulosa, cuya importancia es más fácil de apreciar en estos duros momentos de recortes, en los que ahorros de montante mucho más modesto (de docenas de millones de euros) son objeto de agrios debates y de abierto enfrentamiento entre ajustadores y ajustados.

Pues bien, 674 millones de euros es, en números redondos, la cantidad que adeudan a la hacienda pública los clubes de fútbol de primera y segunda división. Si se añaden otros de inferior categoría, la deuda con el fisco llega a los 752 millones, cifra que constituiría, en cualquier caso una vergüenza, pero que es, en el del fútbol, absolutamente escandalosa, vista la completa falta de pudor con que muchos clubes se gastan en fichajes y en otras maravillas un dinero que no es suyo, pues pertenece, en realidad, a todos los españoles, legítimos propietarios de una hacienda que se llama pública por esa razón precisamente.

Es verdad que las empresas futbolísticas no son las únicas que tienen deudas con Hacienda y con la Seguridad Social, pero hay algo que distingue su caso de prácticamente todos los demás: que el mundo del fútbol no cumple con sus obligaciones tributarias, pero no deja de pagar a sus estrellas, que cobran sueldos fabulosos, sueldos, por cierto, que tienen un inexplicable e inadmisible tratamiento privilegiado desde el punto de vista de la tributación. Tanto es así que la deuda del fútbol con Hacienda ha aumentado 145 millones ¡en los cuatro últimos años!

Todo el mundo sabe en España -y fuera del país, para vergüenza de nuestra y de quienes vienen gobernándonos durante las tres últimas décadas- que el sistema fiscal que padecemos es profundamente injusto: lo es porque el fraude fiscal es impresionante; porque recae en gran medida sobre las renta del trabajo, sometidas a una presión fiscal directa de las más altas de la Unión; porque mientras Hacienda ha ido perfeccionando los mecanismos para controlar las rentas salariales, esos mecanismos son tercermundistas para vigilar otras ganancias; y porque, en fin, el estricto cumplimiento de las obligaciones de pago convive, como el caso del fútbol muestra para escarnio general, con espacios de total impunidad, donde quien no paga actúa como si tal cosa gastándose a ojos vista la pasta que nos debe.

El escándalo fiscal del fútbol profesional es en España, por eso, mucho más que una mera cuestión de hacienda pública. Supone una flagrante violación de dos principios esenciales de la Constitución: el de igualdad ante la ley y el de que todos, poderes públicos y particulares, estamos sujetos al cumplimiento de nuestro ordenamiento.

ROBERTO L. BLANCO VALDÉS. En lavozdegalicia.es

por dilam
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