F.C. Barcelona en Milán ( 0-1), Bravísimo

El Barça pone un pie en la final de París gracias a un gol de Giuly tras una asistencia magistral de Ronaldinho

El histórico tanto dio aplomo a un Barça que pasó de ser dominado a dar un recital de fútbol-control

Las ocasiones malogradas por los delanteros 'rossoneri' son un aviso: el Milan está herido, pero falta rematarlo.

¡Que levante la mano el que no estuviese diciendo que no era el día de Ronaldinho allá por el minuto 57! Es lo que tiene ser el mejor del mundo. Cierto que no estaba brillando como en otros partidos, incluso había fallado algunos pases claros y hasta había elegido un par de veces la peor opción. Pero en ese momento levantó la cabeza con Gattuso en sus pies y le puso un balón de oro a Giuly que el francés golpeó con la zurda y con toda el alma.

Fue un gol que acerca al Barça a la finalísima de París, un tanto que pasará a la historia del club si se remata la faena en el Camp Nou la próxima semana.

Era imposible que el impresionante ambiente de San Siro no afectara al Barça y a cualquier rival en sus primeros minutos de juego. Fue como si el ruido ensordecedor comandado por la 'curva norte' impidiera a los jugadores de Rijkaard comunicarse entre sí. El Milan cedió el balón al equipo azulgrana en los primeros instantes, pero nadie supo muy bien qué hacer con él. Ante el Chelsea el Barça sabía que no podía caer en la trampa y especuló con sabiduría. Contra el Benfica mandó en el campo de principio a fin, como estaba escrito. Pero ayer se quedó a medias. El conjunto de Ancelotti se reparte muy bien el campo y sus futbolistas, por muy dotados técnicamente que sean, ocupan los espacios con disciplina militar. Se podría decir que están agazapados, pero presionan más arriba de lo que parece. Un mal control o un pase arriesgado es sinónimo de peligro seguro. El Barça jugó con el freno de mano puesto, como autolimitando su fantasía por miedo a una contra mortal. Y así transcurrió la primera parte, sin jugadas demasiado trenzadas y con ocasiones propiciadas más por errores propios que del rival.

De la nada sacó Gilardino, el sustituto de Inzaghi, enfermo, un remate al poste en el minuto 13. Simplemente estuvo más vivo que Márquez y Oleguer para atrapar un balón muerto en el área pequeña, revolverse en un palmo de terreno como un jugador de fútbol sala y disparar con la zurda. Y en la acción siguiente, un centro de Seedorf desde la izquierda llegó a la cabeza de Shevchenko y obligó a Valdés a desviar a córner.

Dos ocasiones claras en un cuarto de hora. La cosa no pintaba bien. Y menos todavía cuando se apreciaron desbarajustes tácticos graves. Con Edmílson de pivote retrasado, muy cerca de los centrales, e Iniesta y Van Bommel abiertos a las bandas, cayendo en la trampa tendida por Seedorf y Gattuso, hubo momentos en los que se vio un agujero en el centro que intentó aprovechar Pirlo e incluso los centrales Nesta y Kaladze con un par de incursiones que tuvo que salir a tapar Puyol.

El pequeño caos se fue arreglando poco a poco, pero en ataque tampoco había muchas ideas. Ronaldinho parecía nervioso por el marcaje de ayudas que le hicieron Gattuso y Stam. El italiano pegaba y el holandés le remataba. Aún así combinó con Eto'o para que el camerunés disparara desde fuera del área en un par de ocasiones y para que Giuly rematara con demasiada inocencia en una clara oportunidad. El Milan respondió con Gilardino, que le ganó la espalda a Oleguer antes de elevar demasiado el balón por encima de Valdés. Con 0-0 se llegó al descanso. Mucho respeto.

La segunda parte comenzó con una clarísima ocasión de Gilardino, que no supo concretar a puerta vacía el servicio de Kaká, quien sólo aparecía en cuentagotas. El Milan volvía a perdonar y el Barça debía aprovecharse de ello. Y lo hizo. Ronaldinho se sacó un centro de su chistera y Giuly fusiló con la izquierda a Dida. No se puede decir que el 0-1 fuese justo, pero ¿cuántas veces habrán ganado los equipos italianos así? Ayer le tocó al Barça, que a partir de ese minuto sí fue el equipo dominador y con confianza que todos admiran en Europa. Las acciones comenzaron a convertirse en interminables rondos de los de Rijkaard, no faltos de ocasiones para sentenciar la eliminatoria. Ronaldinho remató al poste en una contra de Giuly e Iniesta y Eto'o pudieron marcar desde fuera del área.

El Milan estaba tocado, pero nunca se le puede dar por muerto. Ambrosini, recién entrado al campo, erró otra clarísima ocasión solo ante Valdés. Y hasta Maldini, suplente ayer, obligó al meta azulgrana a volar al cabecear un córner a poco del final. No, este Milan aún no está muerto. Hay que acabar con él en el Camp Nou.

Fuente:Mundodeportivo.es

Autor: Javier Gascón / MILÁN

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