El viento y las plantas
Para la vida vegetal, los fuertes vientos suponen siempre un peligro. Si no protege sus plantas, el viento puede acabar con ellas.
Si sopla con fuerza, las plantas de su jardín e incluso de su terraza pueden venirse abajo, así que le animamos a que tome cartas en el asunto: provéase de pantallas y barreras, naturales o artificiales.
En terreno abierto y totalmente expuesto a los avatares de la naturaleza, las consecuencias pueden ser desastrosas: seca la tierra y las plantas, las llena de polvo, esparce por doquier las plagas, destroza las flores y, si es muy frío, llegará a quemar las hojas.
Par evitar que esto suceda, puede conseguir una protección rápida con cercas de carácter artificial: muros, pantallas de madera o ladrillo, pérgolas, cañizo, brezo, vallas de mimbre, etc. Todas ellas protegerán adecuadamente arbustos, coníferas y árboles pequeños.
También puede usar plantas como cortavientos, pero tenga en cuenta que tardarán un tiempo en cumplir con ese cometido. Los setos son más eficaces que las paredes para reducir la velocidad del viento, ya que tienden a actuar como filtro. Puede utilizar: hayas, cipreses, aligustres, camelias, etc. En términos generales, hay que decir que las especies autóctonas son siempre resistentes.
Las barreras contra el viento han de fijarse fuertemente a postes o estacas de madera. Deben tener una altura superior a la de las plantas y habrá que dejar una distancia prudencial entre la vegetación y la barrera de unos 45 cm. por lo menos.
Recuerde también que los tutores pueden salvar sus árboles y arbustos que todavía no estén robustos para aguantar sin torcerse las sacudidas de este fenómeno meteorológico.